Muchas veces no nos damos cuenta de cómo colectivos de personas se organizan de manera totalmente eficaz y eficiente, logrando resultados espectaculares y sin necesidad de jerarquías, ni cargos, ni procedimientos. Tenemos a nuestro alrededor muchos ejemplos de equipos autogestionados, que trabajan desde un propósito claro y que consiguen grandes resultados. Aún así, seguimos pensando que lograr esto en las empresas es muy difícil y complicado, cuando en realidad es absolutamente natural. Este artículo muestra una experiencia de trabajo descentralizado, cooperativo y desjerarquizado del que podemos extraer interesantes aprendizajes.
Nadie podía imaginar hace apenas ocho meses, que un colectivo de mujeres de RTVE iba a ser parte activa de la corriente feminista que ha recorrido el planeta en el último año. Y tampoco podíamos intuir que nuestra actitud resistente, -todo menos desistir-, iba a contribuir a los cambios que se han producido dentro de RTVE y que si no hay retrocesos, consolidarán la independencia y los criterios profesionales de un medio sometido a todo tipo de presiones, sobre todo políticas.
A estas alturas y después de todo lo que ha pasado, ni siquiera las mujeres de RTVE nos acordamos de que nacimos antes del 8 de marzo, cuando nada apuntaba a que hubiera un cambio de gobierno del que sacar rédito meses más tarde, como se encargan de murmurar, cual profetas del apocalipsis, algunas mentes calenturientas. En aquel momento, que ahora parece tan lejano, lo que queríamos era sumarnos al paro convocado para el 8 de marzo y salir a la calle para reclamar igualdad en todos los ámbitos pero también dentro de los medios de comunicación, donde es urgente corregir la brecha salarial entre hombres y mujeres, la masculinización de los niveles directivos y la ausencia de perspectiva de género en los contenidos.
El 8 de marzo de 2018 decidimos que no podíamos disolvernos sin más hasta el año que viene. Que había causa suficiente para seguir unidas y que como colectivo podríamos contribuir a recordar que la reforma de RTVE, -aprobada un año antes por unanimidad, pero sin demasiada convicción política por parte de algunos partidos- seguía posponiéndose sine die, perdida en la maraña política del Congreso. En abril, el hartazgo de la mayoría de los y las profesionales de RTVE trocó en indignación. Fue el momento en el que los Consejos de Informativos y el Colectivo de Mujeres coincidieron en que había que hacer algo.
El principal patrimonio del movimiento de mujeres de RTVE ha sido, en todo este tiempo, su independencia y su transversalidad ideológica. Nuestro único compromiso era el contrato verbal firmado entre mujeres y con el conjunto de la ciudadanía. Nos habíamos comprometido a trabajar desde los medios públicos, por la igualdad real. Pero sabíamos que sin autonomía política no sería posible. Por eso, -no sin críticas internas y debate-, parecimos aparcar nuestro principal objetivo, la igualdad, para centrarnos en el desbloqueo de la reforma de RTVE. Y así nacieron los viernes negros, a propuesta de los Consejos de Informativos, aunque la mayoría de la gente cree que fue cosa de las mujeres.
Sin medios y con muchas ganas empezamos a movernos en las redes sociales. La cuenta de @MujeresRTVE nació de la nada, pero en pocos días tenía más de 30.000 seguidores en Twitter. El pistoletazo de salida fue el 30 de abril, a las 7 de la mañana, con un post de campaña que tuvo 1,3 millones de impactos. No nos lo creíamos, pero era cierto. Tan cierto como que nada ni nadie estaba detrás del movimiento de mujeres, excepto el firme convencimiento de que no se podía esperar más y de que este trabajo nos correspondía hacerlo a nosotras.
Del #AsíSeManipula al #ViernesNegro12, nadie pone en duda el papel fundamental que las redes sociales jugaron en el movimiento Mujeres RTVE. ¿Cuál fue el secreto de este éxito?
- Quizás la fórmula del éxito fue que nos juntamos un equipo de mujeres de diferentes áreas de RTVE con peso ponderado del área digital y con presencia de los centros de producción territoriales y de profesionales que teníamos marca personal en las redes sociales. Y todas mantuvimos una actitud muy proactiva.
- El equipo de mujeres teníamos horarios de trabajo variados, lo que nos permitió monitorizar y actualizar los contenidos en RRSS prácticamente durante las 24 horas del día y 7 días a la semana, fuera de la jornada laboral.
- Fuimos capaces de hacer propio el discurso colectivo; debatiendo las ideas, ponderándolas y limando los puntos flacos para presentar un mensaje redondo y sin fisuras.
- Nos repartimos las tareas según los conocimientos y habilidades de cada miembro del equipo.
- Nos propusimos tener presencia en todas las RRSS: Twitter, Facebook, Instagram… y usamos diferentes herramientas en cada una de ellas: posts, directos… para llegar a los diferentes públicos con el lenguaje adecuado.
- Un enfoque social media profesional: con control de los tiempos y comportamientos de cada red social.
- Un canal interno de comunicación a través de los grupos de Whatsapp y Telegram del movimiento.
- Un material gráfico y audiovisual creativo, llamativo y diferentes cada semana que se renovaba en función de la actualidad.
- Ganas, ilusión, muchas horas de trabajo y sentido del humor. El humor también nos salvó.
No vamos a negar que hubo liderazgos naturales, pero el trabajo fue colectivo y a la vista de los resultados, el movimiento tomó conciencia de que si seguíamos la estrategia diseñada, multiplicábamos el impacto de la acción. Fuimos conscientes de la importancia de implicarnos individual y colectivamente en cada paso que dábamos y trabajamos de forma disciplinada, robando horas al sueño y viviendo pendientes del grupo.
Y además, contamos con la ayuda de muchos hombres. ¿Por qué ellas? Es lo que se preguntaron algunos compañeros de RTVE sin los cuales todo hubiera sido más difícil. Pero enseguida comprendieron que a veces el éxito está en los azares y se vistieron de negro sin cuestionar quien podía patrimonializarlo. El movimiento fue creciendo viernes tras viernes. El negro se convirtió en el color del cambio y el colectivo, en el espejo en el que se miraron otras empresas públicas sometidas a las mismas presiones, como RTVG, la televisión autonómica de Galicia, cuya lucha continúa.
Doce viernes negros más tarde, decidimos colgar el negro, pero seguir vigilantes en tanto se resuelve el concurso público para renovar el Consejo de Administración de RTVE. Y lo acordamos porque el motivo por el que vestimos de luto, -el bloqueo parlamentario a la reforma-, se había roto y creíamos que era el momento de volver a nuestros orígenes: a trabajar con mirada feminista, para que la perspectiva de género se abra paso con urgencia. Y como trabajadoras de RTVE, para que el servicio público sea, de una vez y para siempre, un modelo de calidad, igualdad, independencia y profesionalidad.
Visto con la distancia del tiempo, creo que se cumplieron sobradamente los objetivos. De los viernes negros se habla ya en las Universidades de Comunicación, como en la Facultad pública de Sevilla donde el pasado mes de septiembre, las mujeres de RTVE (Miriam Hernanz y Lara Prieto) impartieron la lección inaugural del curso 2018-2019 y en la que defendieron una RTVE despolitizada y gestionada con criterios profesionales y por supuesto, perspectiva de género.
No han sido meses fáciles: ha habido conatos de ruptura, malentendidos y agotamiento. Pero también hemos recibido muchos apoyos y sobre todo, creemos haber contribuido a que en la ciudadanía cale el mensaje de que los medios públicos son suyos y que nadie puede apropiárselos en beneficio propio. Y en esas estamos.