david martíDavid Martí Garcés (@DavidMarti1965). Soy gerente del Conservatorio Municipal de Música de Barcelona. Promotor y prologuista de la edición española de “Reinventar las organizaciones”, de Frédéric Laloux.

En septiembre de 2016, Frédéric Laloux estuvo en Barcelona, participando en la jornada directiva impulsada por la gerencia del Ayuntamiento de Barcelona, en la que la alcaldesa, Ada Colau, y su equipo de gobierno debatían ideas y retos. Laoux compartió con ellos la historia de las 12 organizaciones presentadas en su libro “Reinventar las organizaciones”. La jornada, vertebrada alrededor del modelo de estas “organizaciones teal” y la administración pública, se desarrolló en el auditorio del conservatorio, un equipamiento municipal abierto a usos ajenos a la actividad propia del centro.

En la misma época, Ana Moreno, coordinadora del Grupo de Investigación en Organizaciones Sostenibles (GIOS) de la Politécnica de Madrid (UPM), decidía incorporar en la lista de casos prácticos de organizaciones españolas que están iniciando este proceso, el caso del Conservatorio Municipal de Música de Barcelona (www.cmmb.cat), como un pequeño ejemplo de transformación dentro del sector público.

De acuerdo con esta mirada, la presencia de Laloux en el auditorio del conservatorio no era para nada ajena a la actividad propia del centro. Sin que los asistentes fueran conscientes de ello, cuando aquel día Laloux compartió con los directivos municipales los principios básicos de las “organizaciones teal” (la responsabilidad individual, la plenitud de la persona, y el sentido evolutivo de las organizaciones, entendidas como organismos vivos), estaba también hablando de alguna de las iniciativas propias de nuestro conservatorio y de las personas que allí ejercen su vocación.

¡La causalidad de las casualidades! En mi despacho de este mismo edificio había visto por primera vez en Internet una conferencia de Laloux, había descubierto su libro “Reinventing organizations”, había decidido impulsar la edición del libro en lengua castellana, y había enviado la noticia de su existencia, una vez fue una realidad, al gerente del ayuntamiento, Jordi Martí. El resto es historia.

conservatorio

En estos últimos años, el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona ha hecho un esfuerzo importante para abrir la institución a la ciudad. Por una  parte, con una nueva y amplia oferta educativa de cursos de práctica y divulgación musical para adultos sin ningún conocimiento musical previo;  este curso supera las 600 inscripciones. Y por otra, – y factor clave en este proceso-, con la implicación activa de los propios alumnos y profesores del grado profesional,  que ofrecen gratuitamente a la ciudad más de 70 conciertos públicos por curso. Así, cada año más de 20.000 personas entran en el edificio post-modernista del conservatorio, que vuelve a estar en el mapa emocional de los ciudadanos de Barcelona.

La acción de abrir y compartir está en el ADN fundacional de todos los conservatorios, aunque en muchos hay poca consciencia de ello. El nombre “conservatorio” tiene sus orígenes en los orfanatos italianos del XVIII. Los niños (a los que en italiano se les llamaba “i conservati”, “los cuidados”) recibían educación musical pagada con fondos públicos. El prestigio musical de estos orfanatos hizo que la sociedad civil llamara a su puerta para pedir que también enseñaran música a sus hijos. Los orfanatos dijeron que sí, y se convirtieron así en las primeras instituciones seculares dedicadas a la pedagogía de la música. De los huérfanos “conservati” adoptaron el nombre “conservatori”. Así que, si en el siglo XVIII hubiera existido Instagram, la imagen fundacional de los conservatorios hubiera sido una puerta que se abre.

Esto es lo que hoy hacemos a diario. Abrir las puertas. Físicamente, o vía Internet, donde compartimos, tanto los conciertos públicos en www.radioconservatori.cat, como nuestros valores, recogidos en el “Compromiso de deontología” de los profesionales del centro.

No siempre resulta un proceso fácil. Creo que hay dos impedimentos importantes. El primero son los procesos y las normativas propias de la administración pública, que nos suelen servir de excusa para no acometer cambios en muchos ámbitos donde, con las actuales reglas de juego, ya sería posible hacerlos. El segundo, y mucho más importante, somos nosotros mismos. Si no queremos, no cambiamos…

Al mismo tiempo, siento que no podemos dejar de perseverar en el proceso ya iniciado. Y para ello, tenemos que poder hablar de todo. Como decía la filósofa Marina Garcés en el pregón de las fiestas de la Merced de septiembre de 2017: “Tomar la palabra puede ser una lucha. Pero no es ir a la guerra. La palabra libre siempre es una fiesta. Aunque sea necesario luchar para conseguirla. Se trata de poder decírnoslo todo, para poder cuestionar radicalmente las bases de nuestra convivencia”.

Para que este diálogo sea un punto de encuentro feliz y no un espacio donde unos y otros se sientan heridos, será importante, tanto en el conservatorio como en cualquier organización (¡las que protagonizan el libro ya lo hacen!), tener en cuenta los principios básicos de la Comunicación No Violenta (CNV) de Marshall Rosenberg. La CNV ayuda a identificar todas las violencias ocultas presentes en nuestra comunicación: juicios, exigencias, auto-exigencias, órdenes, castigos, premios, culpas, amenazas, y “tener razón”. A mi entender son actos de comunicación “piramidal” al servicio de una organización (familiar, educativa o profesional) con una estructura de poder y de control vertical, pero que en la era de la información en la que vivimos no resultan operativos y boicotean inconscientemente cualquier anhelo de mejora y cambio.

Desde una continua práctica en CNV, podremos hacernos periódicamente, en instituciones como los conservatorios, las preguntas siguientes: ¿Para quién escribieron los compositores las grandes obras del repertorio clásico? ¿De quién es la música? ¿De quién es la “institución conservatorio”? ¿Cuál es su propósito?